La variedad de productos alimenticios que encontramos en el supermercado es cada vez más amplia y también las dudas sobre qué ingredientes los componen, cuáles son más saludables y qué valor nutricional nos aportan. Pese a que anteriormente lo único que se comparaba entre productos similares era el precio y la cantidad, hoy día se ha tomado conciencia sobre la importancia de mantener una dieta equilibrada y realizar compras saludables. La clave está en saber qué comemos y para ello todos los alimentos tienen una tarjeta de presentación que muestra a los consumidores sus características.
El etiquetado de los alimentos es una herramienta primordial para la comunicación efectiva entre productores y consumidores finales, puesto que facilita toda la información referente al contenido de cada producto y permite una elección consciente.
Esta información implica veracidad y es obligatorio detallar características como el país de origen, la composición, la cantidad, el modo de fabricación y el contenido de alimentos o aditivos que puedan causar alergias, intolerancias o hipersensibilidad. Igualmente, esto último también debe señalarse si ha podido estar en contacto y contaminarse durante las fases de producción o envasado.
Con esto se ha conseguido que los consumidores puedan decidir libre y conscientemente la calidad de los productos que consumen. Además, fijarse en las etiquetas de los productos lleva más allá de conocer información nutricional, es imprescindible para realizar consideraciones sanitarias, medioambientales, sociales, éticas y económicas.
Las declaraciones en el etiquetaje
Es muy importante que exista un reglamento que proteja nuestro derecho a una información veraz y que asegure que se proporcione información útil y comprensible al consumidor. Con este objetivo se fijó el Reglamento (UE) Nº1169/2011 sobre la Información Alimentaria Facilitada al Consumidor, que sufrió su última modificación importante en 2017. En ella se añadió que la información debe estar en el mismo campo visual, a un tamaño mínimo de letra y los alérgenos en negrita, y obliga a proporcionar esta información en productos no envasados también, sin excepciones y añadiéndolo en las compras realizadas a distancia.
Actualmente, la lista de indicaciones obligatorias en el etiquetado aprobada por la Comisión Europea incluye;
- Denominación del producto y lista de ingredientes.
- Presencia de alérgenos como gluten, leche, huevo, crustáceos, frutos de cáscara, etc.
- Tamaño de la porción y valor nutricional que aporta.
- Calorías (kcal) por 100 g o ml.
- Información nutricional como las grasas (saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas y trans), hidratos de carbono (azúcares), proteínas, fibra, sodio y vitaminas y minerales.
- Valores diarios que aporta respecto a lo que se debe ingerir.
- Grado alcohólico cuando el contenido de alcohol de la bebida supere el 1’2% vol.
- Fecha de caducidad o consumo.
- Modo de empleo y de conservación.
- País de origen.
- Efectos sobre la salud, riegos y consecuencias del consumo perjudicial de un alimento.
- Nombre de la empresa alimentaria, razón social y dirección.
Con todo ello, cabe recalcar que el etiquetado nunca debe inducir al error ni aludir a la presencia de ingredientes que por naturaleza no contenga o hayan sido sustituidos.
Si quieres conocer todos los requisitos para el etiquetado de alimentos y la legislación vigente nacional y europea, en la Escuela Europea de Empresas tenemos el curso perfecto para ti. Tanto si eres un profesional experimentado en el sector alimentario como si no cuentas con experiencia previa en el sector, pero quieres especializarte en el Desarrollo y Revisión de Etiquetado de Alimentos, no dudes en consultar nuestro curso de especialista.